
La ciudad de Cádiz es desde tiempo inmemorial eternamente afortunada en devociones marianas, y llegado el mes de Noviembre vive uno de las festividades más relevantes y que genera una gran devoción entre el pueblo gaditano. Podríamos decir que la festividad de la Virgen de la Palma, junto al Carmen y el Rosario, son las que más arraigo mariano tienen en Cádiz. Como adelanto a lo que ocurrirá el próximo viernes día 1 de noviembre por las calles del barrio de la Viña, Universo Gaditano ofrece a sus lectores un reportaje donde se desgrana el origen de la devoción a la Virgen de la Palma, en torno al día que supuso un hito histórico en la trimileneria ciudad de Cádiz, y que fue punto de partida de la extensión de la devoción a la Virgen de la Palma más allá de las fronteras del barrio de la Viña.
Corría el año 1755 cuando la mañana del 1 de noviembre, un terremoto de grado 9 según la escala de Richter, se dejaba sentir en aguas de Lisboa, seguido por un maremoto que provocó la mayor catástrofe natural de la Historia de Europa. El seísmo duró entre tres minutos y medio y seis. Cuarenta minutos después del terremoto, tres tsunami de entre 6 y 20 metros engulleron a buena parte de la ciudad de Lisboa. Además de las victimas portuguesas, se registraron víctimas y daños de consideración en más puntos del sur de España y de toda la península ibérica. El terremoto, con epicentro en el Atlántico, se dejó sentir en diversos puntos de España. En Andalucía, toda la costa de Huelva se vio afectada, al igual que la de Cádiz, que fue uno de los enclaves donde más afectó el maremoto posterior al terremoto de Lisboa. En nuestra ciudad se registraron olas de más de 15 metros, por lo que la zona amurallada del oeste de la ciudad se fracturó ante la fuerza de las aguas, la cual pretendía seguir el cauce antiguo que atravesaba y dividía la ciudad de Cádiz en tiempos de fenicios y romanos.
La intersección de la Virgen de la Palma
Aquel 1 de noviembre todo parece normal, Cádiz se despierta en una mañana como otra cualquiera entre el olor de la brisa marina. Sin embargo, pasadas las 10.00 horas de la mañana, los vecinos del barrio de la Viña fueron los primeros de la ciudad en verse sorprendidos por la crecida del mar y el fuerte oleaje que rompía en las murallas, provocando que las calles del barrio se viesen cubiertas de agua. Fue entonces, tal y como cuenta la leyenda, cuando Fray Bernardo, fraile capuchino que oficiaba misa en la Parroquia de la Viña en la mañana del Día de Todos los Santos de 1755, al ver la llegada de las aguas por la calle central del barrio, tomó un crucifijo acompañado junto a otro ministro de Cristo, Francisco Macías, que portaba un estandarte de la Virgen de la Palma y lo clavaron sobre los adoquines de la calle exclamando “Hasta aquí, Madre mía”. A raíz de exhortar a las aguas a retirarse, milagrosamente las aguas amenazantes se detuvieron y comenzaron a volver poco a poco al mar mientras se llevaba a cabo el rezo del Santo Rosario por parte del propio Fray Bernardo. El estandarte que logró frenar las aguas aún puede contemplarse, ya que se venera en la propia Parroquia de la Palma.
Fue tal el agradecimiento que se le dio a la intervención divina de la Virgen que pocos días después se instaló una placa junto a un cuadro de la venerada imagen simbolizando justo el momento en el que las olas empezaron a amainar. En ella se puede leer actualmente: “En el año mil setecientos cincuenta y cinco, primer día de Noviembre, la tierra en violentos vaivenes de un temblor se estremecía enfureciendo al mar sus movimientos por los muros de Cádiz se subía preparando entre horror, ansias y males, el último castigo a los mortales. Un sacerdote saca fervoroso el guión de la imagen de la palma; DE AQUÍ NO PASES, dice al mar furioso; y al punto al mar se vuelve y todo calma. Por este caso tan notable y prodigioso esta ilustre hermandad, con vida y alma de Dios y de María, en honra y Gloria en gratitud erigió esta memoria”.
Recientemente, el investigador cofrade, José Luis Ruiz Nieto, localizó varios documentos en los que se recogen por escrito los hechos del fenómeno. Entre ellos, Ruiz Nieto encontró un manuscrito, en un libro de actas de la cofradía, donde se confirma la “autenticidad” de los hechos y se puede leer cómo la Junta de Oficiales se reunió un mes y medio después del terremoto para acordar la salida de la Virgen en procesión desde entonces cada 1 de noviembre y no el 26 de diciembre como se hacía antes del seísmo.
Desde aquel 1 de noviembre, la ciudad de Cádiz y en especial los vecinos del barrio de la Viña han mostrado su agradecimiento por salvar a la ciudad de las consecuencias de aquella catástrofe. En el caso de la petición de la intersección de la Virgen de la Palma ante el maremoto, una vez más se puso de manifiesto la predilección entre los creyentes de invocar a la figura la Virgen María para buscar auxilio ante el desamparo y el desconcierto. Desde entonces, en la Viña, siempre se ha hecho una defensa acérrima del carácter intercesor y protector de la Virgen de la Palma, así como a su devoción, convirtiéndose la festividad del 1 de noviembre como el día grande del barrio, incluso por encima de la tarde del Lunes Santo en la que realizan su estación de Penitencia el Cristo de la Misericordia y la Virgen de las Penas. Precisamente, esa devoción a la Virgen se vio ratificada por la Iglesia Católica cuando la Virgen de la Palma fue coronada aanónicamente en 1987 por el entonces Obispo de la Diócesis D. Antonio Dorado Soto.
Como hecho anecdótico que atestigua la protección que la Virgen de la Palma siempre ha ejercido sobre el barrio de la Viña quedan los acontecimientos que se produjeron en octubre de 2008, cuando tras tener que ser retirada la imagen de la Virgen del cuadro que refleja el milagro del maremoto en plena calle de la Palma, por unas obras que se iban a acometer en la fachada de la finca donde siempre ha estado, la casualidad quiso que ese día la ciudad sufriera un fuerte temporal de lluvias, el cual inundó por completo el barrio de la Viña, provocando que ese hecho demostrase a los que lo ponían en duda que la devoción de los viñeros a la Virgen de la Palma se debe como voto de favor ante la protección de aquella catástrofe que pudo acabar con la población gaditana.
La intersección de la Virgen y el posterior agradecimiento quedo reflejado en una letra de tango que cada noche del 1 de noviembre es cantado por los viñeros en la calle de la Palma, cuando la Virgen se dispone a pasar por delante del cuadro situado en el mismo lugar donde se refleja el milagro. Dicha composición contiene música del tanguillo del coro "Los Anticuarios", con letra dedicada a la Mística Palma.